29 de septiembre de 2011

Así fue en 1947 la primera boda de la duquesa de Alba






LA BODA DE LA DUQUESA DE MONTORO CON DON LUIS MARTÍNEZ DE IRUJO 
El acontecimiento social, que emparenta las casas de Alba y Sotomayor, tuvo por escenario la Catedral y el Palacio de las Dueñas, de Sevilla.
«Ha constituido un verdadero acontecimiento la boda de la señorita Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, duquesa de Montoro, hija del duque de Alba, con don Luis Martínez Irujo y Artacoz, hijo del duque de Sotomayor, celebrada el domingo, fiesta de Nuestra Señora del Pilar, en la Santa Iglesia Catedral de Sevilla.

El pueblo, entre el cual la joven duquesa goza de gran popularidad, quiso asociarse a tan grato suceso y así, todas las cales por donde debía pasar la comitiva se hallaban llenas de un público que aplaudió cariñosamente a la encantadora novia.

Salió esta de su residenciadle palacio de las Dueñas, acompañada por su padre, el duque de Alba, padrino del enlace, en representación del Conde de Barcelona, en un coche a la andaluza tirado por mulas que lucían vistosos arreos blancos.

A la entrada del templo se encontraba el novio con la madrina, la duquesa de Almodóvar del Río, que ostentaba la representación de la Condesa de Barcelona.

Se formó el cortejo nupcial. En primer lugar, la bellísima Cayetana, del brazo de su padre, el duque de Alba, el cual ostentaba el uniforme de la Real Maestranza de Sevilla y lucía los collares del Toisón de Oro y de Carlos III y los distintivos de las Academias a las que pertenece, además de otras condecoraciones nacionales y extranjeras.

Vestía la desposada precioso traje de tul con aplicaciones de encaje y se tocaba con velo de tul sujeto con espléndida diadema de perlas y brillantes que perteneció a su madre. Le llevaban la cola dos encantadoras niñas vestidas de tul blanco: Sonia y Macarena Mitjans, hijas de los condes de Teba.

A continuación iba el contrayente del brazo de la duquesa de Almodóvar del Río, elegantemente ataviada con traje negro y mantilla (...). A la entrada y durante la ceremonia interpretaron el órgano y el coro escogidas composiciones clásicas y religiosas, dirigiendo esta parte musical el canónigo, maestro de la capilla de la Catedral, Don Norberto Almandoz y terminó el programa con una salve.

Firmaron como testigos por parte de la duquesa de Montoro los duques de Híjar, Montellano, Peñaranda y Gandia; los marqueses de Manzanedo y Ardales y los condes de Elda y Teba, y por parte del señor Martínez de Irujo, los duques de Vistahermosa y de Almodóvar del Río, los marqueses de los Arcos, de Valdesilla, Casa Irujo y Tola de Gaytán, Don Juan Caro y Don Alejandro Pidal.

Se hallaba el templo completamente lleno de invitados y personas deseosas de presenciar el acto. Asistían las señoras con elegantes trajes de ceremonia y ataviadas con mantilla negra y alta peineta. Los caballeros, de uniforme o etiqueta. Entre los invitados, que se acercaban a las 3.000 personas, figuraban Sus Altezas Reales los infantes doña Isabel Alfonsa de Borbón y el príncipe Zamoyski; los infantes D. Alfonso y doña Beatriz de Orleáns; la infanta doña Mercedes de Baviera y el príncipe de Bagratione, y los príncipes de Orléans, D. Álvaro y D. Ataúlfo, y la condesa de Galliera.

Asimismo, en estos días han llegado a Sevilla para la ocasión numerosas personalidades extranjeras, entre ellas, procedentes de Londres, la duquesa de Northumberland, camarera mayor de los Reyes de Inglaterra; el ex ministro de Hacienda del Gobierno Churchill, sir John Anderson y lady Anderson; la señora Regis Oliveira, embajadora del Brasil en Londres, con su hija; sir John Frankestein, antiguo embajador de Austria en Londres, con su esposa, y procedentes de Italia los duques de Borromeo. También asistía el gran financiero brasileño y propietario de una cadena de periódicos, don Asís Chateaubriand; un grupo de diplomáticos extranjeros, generales académicos, escritores, artistas, así como la sociedad de Sevilla y buena parte de la de Madrid y otros puntos.

Una vez concluida la ceremonia, se trasladó la concurrencia al palacio de las Dueñas, donde se celebraba el almuerzo, marco apropiado para festejar tan grato suceso. Este notable edificio fue en un principio insigne monasterio, fundación del camarero mayor del Rey Don Sancho y vino a pasar por herencia a la Casa de Alba.

En los jardines y patios del palacio, trazados a estilo andaluz y adornados con fuentes, cipreses, boj y palmeras, se reunieron los invitados, mientras que en la planta principal, en el comedor de gala y en el gran salón, se verificó el almuerzo de los familiares y testigos. Cada uno de los patios tiene un nombres; en el principal, el de Damascos, se sirvió el “cock-tail”, a cargo de Perico Chocote; el de los Naranjos, el de la Alberca y el del Almez, donde fue obsequiado un grupo de niños que se educan en el colegio de los Padre Salesianos, de Madrid, obra de la que es entusiasta protectora la novia de hoy.

En el comedor de gala, espléndida estancia que adornan, entre otros varios cuadros, uno ecuestre de la duquesa de Montoro, debido al pincel de Zuloaga; otro de la duquesa viuda de Santoña, por Sotomayor, y otro de la emperatriz Eugenia, por Odiel, se celebró el almuerzo de los novios y sus padrinos, presidido por el arzobispo de Valencia; y en el salón que adornan un gran tapiz del siglo XV, otro de la Casa de Alba y retratos de Napoleón III y de la Emperatriz Eugenia, tuvo lugar el almuerzo de los testigos, familiares y algunas destacadas personalidades.

En la capilla, revestida de valiosos azulejos sevillanos del siglo XV, y que preside un retablo de Neri di Becci de la misma época, se había celebrado, a primera hora, una misa de comunión. Por deseo de la duquesa de Montoro y por conducto de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, a cuya cofradía pertenece, se han servido mil comidas a los pobres de Sevilla y el duque de Alba ha entregado un importante donativo a la alcaldía de la ciudad para repartir entre los necesitados.

Después del almuerzo, espléndidamente servido, se prolongó la fiesta hasta el anochecer. Los recién casados salieron para la finca “Su Eminencia”, propiedad de la duquesa viuda de Andría, donde pasarán los primeros días de su luna de miel y, a continuación, se proponen marchar a Londres, embarcando después para los Estados Unidos. (Publicado en ABC del día 14 de octubre de 1947, página 19)



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